La gran recompensa que toda disciplina proyectual ofrece es la sensación de elevar el dialogo interior y encontrar en ello el impulso para seguir caminando en busca de respuestas que solo lo que nos apasiona nos puede dar; el ungirse con la adrenalina de saberse perene para seguir la aventura de ser un pintor.
Sin duda alguna uno de mis pretensiones más elevadas es el ofrecer en mi obra el reflejo de mis piensos macerados por mis sueños mas íntimos; La Lisonja del minino es retozar en el regazo de los recuerdos tan solo por el gusto de arrojarse a seguir pintando así sin más solo por el simple hecho de celebrar la alegría de estar vivo.